Lo acontecido en la ciudad de La Plata el 4
de septiembre pasado, no es casual. Ni está determinado. Es fruto de un proceso
que se viene gestando en las bases del pueblo argentino y latinoamericano.
Es el fruto de un proceso que se inicia con
el acceso de las clases medias al poder y de la reforma universitaria en la
época Irigoyenista; la industrialización por sustitución de importaciones, el
acceso de los trabajadores al poder, la ampliación de los derechos sociales y
el proyecto de libertad económica y política del gobierno Peronista. Los
intentos de esa oligarquía colonial que no quería desaparecer, destruyendo todo
proyecto político del signo político que fuere, que implicara el desarrollo
autónomo y la participación de las mayorías en las decisiones públicas.
Este proceso sigue con la destrucción física
de 30.000 compañeros, cuadros políticos, que se llevaron consigo el tránsito
hacia un país más libre y más justo. El retorno a la democracia, aún con miedos.
La destrucción de la militancia política a través de los medios de
comunicación, quienes proclamaban la nueva era, el fin de la historia y de la
política, la que ahora sería conducida por los partidos de comercialización de
candidatos.
Continúa con la reconstrucción de la
militancia a través de los movimientos sociales y políticos a mediados de los
años noventa y el fin de la fiesta neoliberal en 2001.
Desde 2003 en adelante, el proceso de
reversión de los magros niveles de participación social. Los movimientos
sociales y políticos dejan de ser vistos como agrupaciones políticas
marginales. Ganan espacios en sus respectivos territorios, se hacen respetar
por las estructuras políticas partidarias conservadoras y tradicionales. Son un
nuevo canal de participación que reúne lo disperso, incorpora lo excluido, le
da un nuevo sentido a la política, o recupera el que una vez tuvo.
Este Congreso cumplió con ese proceso
histórico. Fue un lugar de reunión de organizaciones sociales, de técnicos, obreros,
profesionales, gente de la producción y la pequeña y mediana empresa. La
totalidad del campo popular estuvo representada allí, en los foros de
educación, comunicación, cultura e identidad, salud, trabajo, producción
agroalimentaria, economía e industrias estratégicas.
Los movimientos sociales están tomando un
nuevo rol en la política: el de incluir a los sectores que, por diversos
motivos, hoy están fuera de la política, que no pueden hacer escuchar su voz,
sus problemas, sus propuestas, sus ideas.
En San Juan también está sucediendo. Frente a
las dificultades para acceder, para participar. Frente a la burocracia y a las
oligarquías partidarias, la participación de los movimientos políticos es la
base de un proyecto de país que acompaña propuestas estructurales como las que
han sido la estatización de las AFJP, la ley de medios audiovisuales y la
asignación universal por hijo.
El Encuentro Nacional, Popular y
Latinoamericano (ENPL) es un espacio nuevo en San Juan. Es un espacio de
debate, participación, construcción y afianzamiento de un proyecto político en
base a las necesidades particulares de cada sector, productivo, económico,
profesional, sindical, etc., que en nuestra provincia siempre disputa sus intereses
sectoriales de manera aislada, sin contemplarlas en un plan o proyecto integral
sanjuanino, argentino y latinoamericano.
Este Congreso ha servido para darnos cuenta
que, lejos de la salida individualista, es lo colectivo lo que nos permitirá
alcanzar un proyecto económico-político-social sustentable para toda la
sociedad, en el marco de la ampliación los derechos, la libertad política y la
independencia económica, dirigido por el sector que genera la riqueza: el
trabajador. La conciencia social de que los problemas sectoriales son problemas
de toda la sociedad y que por ende, deben ser tratados en base a la
participación y la movilización de todos los sectores sociales.
Diego M. Flores Burgos