jueves, 12 de octubre de 2006

La relación Iglesia-Estado en San Juan

Sanjuaninos, podemos ver hoy la especial relación que existe entre el gobierno provincial y la Iglesia Católica local, especialmente con los consagrados. Una relación aparentemente de armonía y hasta complementación, pero que va mucho más allá.

Pero aparte de eso lo que la mayoría no percibe es que esta relación, de continuar, es nefasta para el futuro de nuestra Iglesia en San Juan. Y les voy a explicar por qué.

El poder político tiene un ámbito de injerencia público, general, concreto, material. La Iglesia, por su parte, tiene un ámbito distinto. Lo privado, lo particular, lo trascendental es la materia de la Iglesia, su esfera, su terreno, su lugar.

Y sabemos que lo político, el Estado más precisamente, está dominado por élites o grupos que se mueven por intereses, beneficios y negocios que funcionales a estos mismos grupos, aprovechando el uso que le dan a la estructura del Estado, intereses que casi siempre son incompatibles con el bien común o los intereses de la comunidad, o sea, de todos nosotros.

La armonía no siempre es buen signo. A veces se mantiene por medio de concesiones que muchas veces traicionan valores. El conflicto no siempre es malo. Muchas veces mantenemos y defendemos una postura o verdad de esa manera.

Yo como estudioso de la política sanjuanina sé que nuestro gobierno provincial no es transparente, realiza negocios particulares en desmedro del bienestar general. Utiliza la pobreza como instrumento electoral. No le importa el futuro nuestro, de nuestros hijos y nietos y está dispuesto a lo que sea con tal de que su visión privatista y minera del desarrollo se lleven a cabo.

Y lo más grave, y lo que más lamento, como fiel laico, es que ya enganchó a la Iglesia sanjuanina en su estrategia. Lo hizo brindándole beneficios, tanto económicos como simbólicos. Las relaciones económicas que mantiene con la Universidad Católica y las acciones “cristianas” del Secretario de Salud, Dr. Correa, son un claro ejemplo de cómo la Iglesia está inmiscuyéndose en el proyecto político nada bueno que es el giojismo.

Esta relación, que es ya una forma de cesaropapismo, une las cúpulas del poder espiritual y político acá en San Juan y son las que van a llevar a la ruina a nuestra Institución. Lo podemos ver en las valoraciones que hay sobre la Iglesia en nuestra Universidad Nacional de San Juan, donde se conoce muy bien a cada uno de los personajes de esta película, tanto a Gioja y a su gobierno como así también los errores de la Iglesia.

No permitamos que nuestra Iglesia se contamine y pase a ser un aparato más al servicio más del gobierno giojista. Aboguemos por una separación visible y concreta entre Iglesia y el Estado, ya que a la larga esta relación sólo beneficia a un sector. Siempre que la Iglesia ha estado involucrada con el orden temporal (político), ha sido para peor. Los cismas, la reforma protestante, la expulsión de los Jesuitas de América y la convalidación de las dictaduras militares son claro ejemplo de ello.

Defendamos una abierta y clara separación de las instituciones. La Iglesia para lo privado y espiritual. El Estado para lo público y temporal. Cada uno en su lugar.

Diego M. Flores Burgos

miércoles, 11 de octubre de 2006

Nacional, laico y popular

Llega un momento en el que uno como persona debe definirse sobre algunas cuestiones. Es lo que permite realizar nuestra originalidad, nuestra personalidad y no ser una parte más de la masa. En todos los ámbitos de la vida ocurre esto y es una tarea que cuesta.

Particularmente me referiré al ámbito político, que es el que me compete y en el que quiero lograr aclarar algunas ideas en este terreno importante, que requiere hombres y mujeres definidos, y que lamentablemente de esos hay pocos. Y no porque la mayoría de los jóvenes no sepamos nada de nada. Sabemos, y mucho. La tele, internet y los medios gráficos son una gran fuente de información. Lo que pasa es que es tan grande la cantidad de información que captamos diariamente que no nos da tiempo a interpretarla, procesarla, criticarla y quedarnos con los que nos parece.

Y esto trae como consecuencia que tengamos criterios políticos pendulantes. En general la sociedad es así. Y terminamos siendo presas de políticos que también son pendulantes, pero que tienen en claro una sola cosa y en pos de eso trabajan y nos hacen trabajar: su bienestar personal a costa del sacrificio del pueblo y de los recursos del Estado.

Yo les propongo un nuevo modelo de Estado, de institución principal de la sociedad que permite el desarrollo de nuestras potencialidades. Y lo que planteo es la necesidad que tenemos los jóvenes sanjuaninos y argentinos de vivir dentro de un Estado nacional, laico y popular.

Lo nacional lo planteo porque es hora que dejemos el individualismo de lado y nos pongamos a pensar en todos los que nos rodean, sean o no conocidos nuestros. Y no solo en los del presente, sino los del futuro también, los que vendrán. Y es que no puede ser que vivamos en un país tan pero tan rico con tanta pero tanta pobreza. Un país con la mejor formación de Latinoamérica y con tanta injusticia. Que transfiere millones de dólares a otros países a través de empresas de servicios públicos tales como Energía San Juan, Telefónica, YPF, las empresas de telefonía celular, que encima brindan un pésimo y caro servicio. ¿Acaso no se podrían utilizar esos recursos en favor de nuestro pueblo, para remediar los males que nos aquejan? Ojo que con esto no digo que no cumplamos con nuestras obligaciones internacionales, tales como el pago de la deuda externa (ilegal en su mayor parte), pero que no prioricemos el pago de esa deuda al hambre y necesidades de nuestro pueblo. Y esto ¿se podría cambiar? Por supuesto que sí, es el camino que han tomado países como Venezuela y Bolivia al estatizar la gallina de los huevos de oro, los recursos petrolíferos. Pero ¿y que hace falta para eso? Decisión política, ya que el pueblo argentino en su gran mayoría aceptaría estas medidas, acompañadas, claro, de medidas anticorrupción.

¿Y porqué laico? Laico sí, sin el compromiso ni presiones de ningún grupo religioso. Laico sí, pero no ateo, porque hay un Dios, fuente última de toda razón y justicia.

Yo como católico practicante y ciudadano comprometido con mi pueblo, veo con tristeza como mi religión (su cúpula) ha justificado y avalado golpes de estado, dictaduras sangrientas, violaciones a la voluntad general. Y como esto ha afectado también a la misma religión, que es plutocrática y elitista y que no está al lado de los pobres, como lo quiso Jesucristo. Que está prendida en negocios oscuros y discriminatorios (principalmente con el gobierno provincial, a través de altas autoridades) tales como las pasantías (contratos de $400) exclusivas para los alumnos de la Universidad Católica en reparticiones públicas, a las que nosotros, estudiantes de la Universidad Pública y de menores recursos, no tenemos acceso.

Popular, porque el Estado es obra del pueblo, es la comunidad organizada. Y si el pueblo lo constituyó, fue para su beneficio, el beneficio de la mayoría, y no para unos pocos que por esas cosas del destino (y no por capacidad) tienen el poder de hacer lo que nosotros no queremos, apropiarse de lo que nos corresponde, beneficiarse entre ellos, mientras que nosotros, el pueblo, pasa hambre, injusticia, inseguridad, pobreza, desesperanza. Esto tiene que cambiar. Necesitamos un estado que responda a nuestros intereses, a nuestras necesidades, que nos permita pensar en un futuro mejor, y no en un mañana incierto.

Este Estado lo debemos construir nosotros, jóvenes unidos y comprometidos por un futuro mejor, que nos duele el sufrimiento de nuestro pueblo. Debemos sumarnos, unir ganas, capacidades y fuerzas para lograrlo.

Diego M. Flores Burgos