viernes, 31 de agosto de 2018

Con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes…

Foto: Ámbito Financiero


Estamos viviendo momentos bastante graves en lo que respecta a la estabilidad social y económica en nuestro país. Ya ni pensar en la felicidad del Pueblo y la Grandeza de la Nación.

Nuestros dirigentes no están a la altura de las circunstancias. Nos acostumbramos a las mentiras de la campaña electoral, "Si yo les decía a ustedes hace un año lo que iba a hacer y todo esto que está sucediendo, seguramente iban a votar mayoritariamente por encerrarme en el manicomio” dijo Mauricio Macri, recordando la triste frase "Si yo decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie", de Carlos Menem hace varios años.
Nos acostumbramos a la corrupción legalizada, a la falta de democracia, entendiéndose esta en el sentido de las palabras de Abraham Lincoln como el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo.

El actual gobierno no es un gobierno del pueblo, sino que está gestionado por los miembros de las históricas familias que se han beneficiado de la acción o inacción del Estado, lo que también se conoce como la “oligarquía”. No es para el Pueblo ya que como dice el célebre adagio de la ciencia política “dime que políticas públicas tomas y te diré a quién beneficias”: la quita de retenciones, la eliminación de impuestos, la desregulación económica y financiera trajo bienestar para muy pocos. No es por el Pueblo, ya el apoyo hacia el Gobierno Nacional está en el 36,3%, medición del 18 de agosto, la credibilidad y la esperanza se perdieron.

¿Qué vendrá? La ciudadanía necesita contar con una alternativa válida donde alojar su esperanza y su deseo de estar bien o volver a estar mejor. El Peronismo dividido en grupos sectarios no sirve, contradice su filosofía de prioridades con Primero la Patria, después el Movimiento y por último los Hombres. Y no me refiero solamente a la diáspora de partidos políticos sino a los personalismos que impiden un trabajo en común por la comunidad, y esto a nivel de dirigentes municipales y provinciales también.

Y es que los políticos son producto de la sociedad. Una sociedad adormecida, que se conforma con recetas simplificadas de la realidad, prefiere dirigentes como ellos, que subestiman la complejidad de la política nacional y la única respuesta que tienen ante lo que no pueden manejar es la de la “herencia recibida”. Ni hablar del individualismo excesivo que busca el progreso personal a costa de la destrucción del otro, actitud que la vemos en el tránsito, en la escuela y en los negocios.

Incierto es nuestro futuro si los argentinos no comenzamos un proceso de introspección y mea culpa sobre nuestra responsabilidad de lo que sucede. Ser ciudadano no es sólo votar, es también ser responsable con nuestra decisión analizando las propuestas y examinando el historial de los candidatos. Sólo así podremos ser artífices de nuestro destino.

*
*   *