viernes, 8 de noviembre de 2013

Imperialismo Verde

La prisión de dos argentinos en Murmansk, Rusia, por intentar tomar una plataforma petrolera de la estatal Gazprom ha servido para visibilizar el rol de Greenpeace como organización al servicio del imperialismo británico.

El rol mediador asumido por Rusia y su presidente, Vladimir Putin, frenando la ambición estadounidense de la guerra en Siria, la ocupación soberana del Estado Ruso sobre sus aguas en el ártico y sus riquísimos recursos minerales y la nueva ruta comercial este-oeste en esa zona, son algunas causas que permiten entender el juego de Greenpeace.

El peor escenario para Rusia y Putin hubiese sido caer en la provocación hundiendo el Artic Sunrise, barco holandés no por azar con tripulación de varios países del mundo que no respondió a la orden de detenerse, ni siquiera a los disparos de advertencia de los guardacostas rusos.

Nuestro servicio de inteligencia nacional, la SIDE, viene desde hace tiempo investigando esta organización ecologista, que es considerada un instrumento creado por el servicio de inteligencia británico, el MI6, para defender los intereses geopolíticos y comerciales británicos en todo el mundo, usando los nobles valores del cuidado medioambiental.

Greenpeace se encarga a nivel mundial de realizar “Campañas” ecologistas, fundamentalmente en países en vías de desarrollo, oponiéndose al progreso industrial, a la soberanía tecnológica y a todo aquel avance nacional que pueda representar una amenaza para los intereses británicos y de sus aliados.

De esta manera, en Rusia se oponen a la ocupación y a la explotación petrolera estatal en el ártico, en Brasil al uso agropecuario de la Amazonia. En la India se oponen al plan nuclear nacional que pretende que para el 2050 el 25% de la energía utilizada sea nuclear y en Argentina, la oposición radical a la finalización de Atucha II y a la construcción de nuevas centrales nucleares para un país que requiere energía para el desarrollo industrial soberano y la generación de fuentes de trabajo. También la férrea oposición a la explotación de carbón para usinas térmicas estatales como la de Río Turbio, el rechazo por las actividades de la estatal INVAP, el uso de transgénicos y en nuestra provincia, San Juan, a la explotación a gran escala de oro y otros metales.

Sin embargo en nuestro país no se oponen a las usinas térmicas sin carbón, ya que la mayoría forma parte de capitales extranjeros (británicos o aliados), ni tampoco al desarrollo nuclear estadounidense o sajón ni responsabilizan a estos países centrales del efecto invernadero, producto de su desarrollo industrial.

Un caso grave en nuestro país es el del silencio total de Greenpeace sobre la altísima probabilidad que en aguas del Mar Argentino haya contaminación radioactiva, producto del hundimiento del buque Sheffield con armas nucleares durante la guerra de Malvinas. Jamás la organización hizo algún cuestionamiento o investigación sobre este tema.

Lógicamente, el kirchnerismo ha sido el peor enemigo para Greenpeace. Recordemos cuando Greenpeace desplegó una pancarta contra la explotación de carbón en un acto político del ex presidente Kirchner en Santa Cruz, de la intención de este gobierno de reactivar el Plan Nuclear Argentino, del apoyo a la minería a cielo abierto y a la utilización de transgénicos, fundamentalmente para la producción sojera, imprescindible para un país que requiere de divisas para financiar su desarrollo.

Asistimos entonces, a una nueva forma de imperialismo, de sometimiento de los intereses nacionales de ciertos países a los de otros, esta vez sin armas de fuego, sino a través de las armas de la acción psicológica y la manipulación en base al desconocimiento, por parte de corporaciones como Greenpeace.

Diego M. Flores Burgos
Lic. en Ciencias Políticas
M.P. 177