Además
del esperado partido el próximo domingo en el Maracaná, revancha de Italia ’90,
Argentina juega otro campeonato, mucho más importante, más trascendente y menos
conocido.
Del
14 al 16 de Junio se reúne en Fortaleza, Brasil, el BRICS, el grupo de la
vanguardia de países altamente poblados, de economías en desarrollo, clase
media ascendente y crecimiento económico superior al promedio mundial, del que
Argentina ha sido invitada a participar.
Pequeño
gran grupo del que últimamente se escucha mucho: concentra gran parte de la
superficie mundial, de la población mundial, de la economía mundial, etc. Pero
más allá del impacto económico, es el político el que más nos interesa.
En
esta guerra política contra la Deuda Externa como instrumento económico de
dominación de algunos países y corporaciones sobre Estados Soberanos, la
Argentina ha perdido la batalla contra los Fondos Buitres, un hábil batallón
del enemigo.
Las
negociaciones que se realizan en estos días y que aún no terminan se asemejan a
las de indemnización de guerra: cuanto se va a pagar y cómo, con qué plazos, en
qué condiciones… eso se está discutiendo.
El
gran temor: Entrar en default técnico por no poder pagar la suma solicitada a
ese grupo de tareas de los Fondos Buitres que representa el 1% del total.
Los
medios sensacionalistas, los contadores que se creen economistas, los
economistas de la corriente monetarista y los políticos opositores al Gobierno
Nacional vaticinan una catástrofe peor que la de Brasil y el 7 a 1 si Argentina
entra en Default. Lo clásico: Se nos cerrará el crédito externo, no tendremos
inversiones extranjeras que son la última esperanza de mantener el estilo de
vida capitalista de la Argentina, etc., etc. Y la verdad es que durante el
kirchnerismo el desendeudamiento ha sido política de Estado, siendo muy pocos
los empréstitos solicitados al exterior.
Con
todo esto, hemos crecido desde 2003 en adelante en base al esfuerzo propio, a
una política económica expansiva que fomentó el círculo virtuoso: emisión
monetaria, empleo, producción, riqueza. Círculo que hay que regular, claro,
pero que logró un crecimiento a tasas chinas detenido solamente por la crisis
financiera internacional de 2008 y por la necesidad de un cambio de modelo
macroeconómico nacional.
Aprovechar “la ola”
Estos
años tienen en común bastante con los de fines del siglo XIX: la colonización
financiera. Durante las últimas décadas de 1800 Inglaterra y en menor medida,
Francia y Alemania comenzaron a exportar capitales a Argentina, Rusia y otros
países con el objeto de recuperar esas inversiones y, fundamentalmente,
controlar los recursos naturales y la producción de dichos países para su
propio beneficio.
El
mejor ejemplo de esto es la red ferroviaria de la Argentina, construida con
capitales ingleses y que no vincula las provincias entre sí, sino como un
embudo hacia Buenos Aires, el centro exportador hacia la metrópoli europea.
En
la actualidad vivimos una situación similar: China invierte no sólo para hacer
negocios, sino para hacer aliados (y claro, para su propia conveniencia
geopolítica). El nuevo canal interoceánico en Nicaragua, el corredor económico
entre China y Pakistán y el interés en importantes obras de integración
energética y económica a lo largo del mundo son ejemplos.
San
Juan también está presente: Para la construcción del vital Túnel de Agua Negra,
empresas chinas están interesadas en su construcción, con financiamiento chino.
Santa Cruz ya lo vive: las dos obras hidroeléctricas más importantes de la
Argentina son financiadas por capital chino, las represas Néstor Kirchner y
Jorge Cepernic.
El
tema es, claro: Aprovechar la ola, pero a nuestra conveniencia. El uso del
capital no es desinteresado. El tema es aprovecharlo para nuestro crecimiento y
desarrollo lo más autónomo posible: Desarrollo industrial pleno de nuestros
recursos naturales, ciencia y tecnología en base al modelo Chino o Ruso y no
tomando como ejemplo (como hasta ahora) al proyecto maquilador Vietnamita.
La
semana siguiente, el BRICS creará formalmente el Banco de Desarrollo, que
financiará proyectos de infraestructura, vitales para el desarrollo nacional.
Herramienta que no debemos desaprovechar.
Y
más allá de lo económico, está lo político, la idea: El BRICS es un nuevo
modelo de organización mundial que pretende destronar al clásico G7: en ese
grupo debemos estar.
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