sábado, 8 de marzo de 2008

Defendamos la unidad latinoamericana

Finalmente en la reunión del Grupo de Río se llegó a una resolución del conflicto que esta semana había traído mucha alarma entre los que propugnamos una patria libre, justa y soberana. Patria que no puede cumplir sus objetivos y sus intereses porque desde sus inicios vive acuciada por las potencias mundiales con la eficaz herramienta de la balcanización (divide y reinarás). Maniobra política que nos marcó desde el siglo XVIII y se continúa hoy en día, no solamente en nuestra Latinoamérica, sino también en otras áreas del mundo, en donde los intereses económicos de los Estados imperialistas se unen con los de grupos de pequeños beneficiados de esas regiones y propician en la población un localismo extremo, que no es para nada funcional al pueblo ni sirve verdaderamente a sus intereses.

En este contexto mundial se dio esta semana una grave crisis entre países hermanos, conflicto cuya real causa son las teorías de la guerra preventiva y la seguridad democrática, conceptos estos que conforman la Doctrina Bush. Esta sirve de justificación para que un Estado vulnere el principio de soberanía estatal para que, interviniendo militarmente (o no), viole la soberanía de otro Estado, sobrepasando los principios del derecho internacional público.

Era menester, pues, acabar de una vez por todas con el principio de un germen que está causando mucho daño en otras regiones del mundo. No solo EE. UU. justifica la intervención militar violando la soberanía de otros estados. También lo hace Israel respecto a Palestina y el Líbano. También lo hace Turquía frente a Irak. Es una mala tendencia que se está extendiendo por el mundo.

Y nos llegó a nosotros. Y de manos del segundo país mejor armado de la región.

Por esto mismo, porque tiene un ejercito 8 veces superior al de Venezuela y 11 veces que Ecuador, sumado a que los gobernantes de estos dos últimos Estados tienen un duro frente interno, no les conviene una acción bélica. Y lo saben. Los movimientos de tropas han tenido solamente un efecto publicitario, de manera de mostrar a la región la gravedad del asunto.

Porque más grave que la guerra misma, es el boicot a los intentos de integración que, no sin dificultades y atacados tanto externa como internamente, están lentamente llevando a cabo nuestros países.

Como latinoamericanos, como argentinos y sanjuaninos, debemos caer en la cuenta, por más que nos duela, de que somos países subdesarrollados y pobres. Que nuestras riquezas no son realmente nuestras, que existen grupos minoritarios que se benefician del statu quo. Que ante la inflación, la pobreza y la injusticia, ellos se ven cada día más beneficiados. Son, en general, parte de los sectores exportadores; quienes especulan financieramente; quienes forman parte de los altos niveles del Estado y del poder judicial. También grupos nacionalistas de derecha e internacionalistas de izquierda que no comprenden que la dignidad del pueblo, la soberanía, la justicia y la libertad se consiguen con el mejoramiento sustancial del nivel material y cultural de vida de su gente.

Lamentablemente, es triste darse cuenta como hay quienes se contradicen, puesto que caen sin saberlo, dentro de un proyecto que en el fondo, no les conviene.

Afortunadamente, los criterios de unidad han triunfado en nuestra incipiente patria latinoamericana. El reto a Uribe no tiene que servir para generar revancha, sino para alertar sobre lo que no nos conviene, ni siquiera al agresor.

Lo vivido en República Dominicana es la expresión de un pueblo que está comenzando a comprender que solo él y nadie más que él tiene la llave hacia la libertad e igualdad verdaderas, valores estos que por naturaleza todos los hombres tenemos.

Diego M. Flores Burgos

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