viernes, 28 de marzo de 2014

Por fin los subsidios

Más allá de que el Gobierno Nacional capea la tormenta de los especuladores, la restricción externa, el riesgo de déficit comercial y problemas estructurales no resueltos hasta ahora de la economía nacional, con el plus de un aparato mediático (politizado, ¿cuándo no?) que genera expectativas desfavorables más que mostrar toda la realidad; la quita progresiva de subsidios sigue la senda (al igual que la impopular pero necesaria devaluación) de una serie positivas medidas macroeconómicas.
 


¿Por qué el subsidio?

Las tarifas subsidiadas son un gran aliciente a una economía decaída. Actualmente, el Gobierno Nacional destina cerca de 80.000 millones de pesos a subsidiar el consumo energético, plasmado en las facturas que llegan a nuestros domicilios, seamos ricos, de clase media o pobres.

¿Acaso no estamos viviendo hoy un proceso económico recesivo que justifique la permanencia de los subsidios? El crecimiento del 3% del PBI en 2013 indica que no estamos en recesión. Pero sí en un proceso complejo de nuestra economía, que sin medidas como la analizada, se agravaría.

En 2003 la necesidad de subsidiar la economía era imperiosa. Con un desempleo del 20%, alto nivel de capacidad ociosa de la industria, población bajo el índice de pobreza de casi el 50%, subsidiar era una medida fundamental para la rápida recuperación económica. Y así fue: durante varios años de la etapa kirchnerista tuvimos crecimientos a tasas chinas (alrededor del 9%, que luego se vio disminuido por la restricción externa y el tope de capacidad de la oferta de bienes industriales, además de la crisis internacional.

Como el medicamento que aplicado más allá de lo recomendable se vuelve inefectivo o contraproducente, los subsidios a las tarifas de servicios públicos generaron una economía ficticia, y como todo lo ficticio, tiende a caer.


El sinceramiento de la realidad

Los subsidios, como otras medidas políticas y económicas, cuando se extienden más allá de un tiempo prudencial, tienden a ser contraproducentes. Éstos debieran haber finalizado de manera progresiva alrededor de 2007, en el punto más alto del crecimiento económico nacional. Seguramente el crecimiento del PBI no hubiera sido del 9%, pero de todas maneras sería crecimiento y sinceraría la economía.

La economía nacional no puede permanecer subsidiada por grandes períodos, ya que las distintas actividades económicas no funcionan con naturalidad, se pierde competitividad internacional en productos elaborados y pende sobre el país la espada de Damocles, ya que en caso fortuito de no poder seguir sosteniendo los subsidios, caeríamos en la realidad estrepitosamente.

Cabe aclarar que nuestro país tiene congeladas las tarifas de gas desde 2007 y las tarifas subsidiadas nos convierten en un país dependiente y subdesarrollado con tarifas de un país rico y desarrollado. Y aunque a nadie le gusta pagar un aumento, es necesario dejar de pensar un poquito en el individual bolsillo y hacerlo por los intereses de la Nación. No se puede sostener un gasto de 80.000 millones de pesos anuales que bien podrían ser destinados a ampliar la infraestructura energética, fundamentalmente en la base de la energía nuclear, limpia, barata, controlada, segura y, para mal de Greenpeace, soberana.


La discriminación territorial

Muy positivo resulta en esta nueva quita progresiva de subsidios discrimine regiones en el país. El norte pobre y el sur despoblado, privilegiados, hablan de medidas económicas con pensamiento geopolítico y estratégico. Otras medidas debieran seguir este camino.


La industria, una más y van…

Los subsidios no tocan a las industrias. Y eso, como es lógico, tiene que ver con evitar el traslado de los costos a los consumidores. Pero… una industria subsidiada es artificial, al igual que lo fue la promoción industrial de los años 80 donde se implantaban en San Juan actividades que nada tenían que ver con los recursos de esta tierra. Se fabricaban aires acondicionados, por ejemplo, sosteniendo artificialmente los costos de flete desde los centros de producción de insumos (Gran Buenos Aires) y nuevamente hacia allá con el producto terminado. Por supuesto, finalizada la promoción, esta y muchas otras industrias más se fueron de la provincia.

Las políticas industriales requieren de un delicado equilibrio en un país como el nuestro, con industriales desconfiados por la inestabilidad y devenidos, una gran parte, en especuladores de precios, proveedores del Estado y/o recipiendarios de sus recursos. Del sostenimiento necesario de la actividad industrial y su promoción se puede pasar al extremo de mantener industriales ricos, productores de bienes de baja calidad que no pueden soportar la competencia con bienes importados (por ej. sustitución de importaciones mineras) y mucho menos, exportar su producción, lo que aliviaría muchísimo la restricción externa y la dependencia nacional hacia la exportación de granos, o sea, producción sin valor agregado.

Seguramente estas medidas se irán revisando a medida que la economía, desendeudada y con posibilidades de acceder al crédito externo, fundamentalmente chino, pueda disponer de herramientas para ampliar la base industrial y ocupar, al estilo de una economía de mercado socialista, las actividades estratégicas que hubiera podido ocupar una hoy casi inexistente burguesía nacional y que sirvan de base para un desarrollo industrial, con justicia social y soberano.

*
*   *

No hay comentarios.:

Publicar un comentario