martes, 4 de noviembre de 2014

4 de Noviembre: Conmemoración del rechazo al ALCA (2005)

Por Diego M. Flores Burgos

En la actualidad (2014), la realidad económica nacional dista mucho de la de 2005. En aquella época la Argentina disfrutaba de la recuperación de manos de las políticas kirchneristas de expansión de la demanda agregada, a través de la política de aumento de sueldos vía rehabilitación de paritarias, planes sociales y obra pública fundamentalmente. Dichas políticas tuvieron el techo en 2009 con la crisis financiera global. Los países periféricos tenemos esos problemas: Sufrimos las consecuencias de las caídas de los países desarrollados, no así de sus éxitos.

En 2005, en EE UU la bonanza y recuperación económica lograda en la era Clinton había llegado a su fin con George Walker Bush (Durante finales del gobierno de Clinton se calculaba que en 20 años se saldaría el gigantesco déficit fiscal). Con su política de despilfarro beneficiando al conglomerado industrial militar, a través de las campañas militares generadas en el discutido (auto?) atentado terrorista contra el World Trade Center, se vio obligado a retomar el viejo proyecto (que incluso tenía más de 100 años con los proyectos del “Panamericanismo”, que tanto criticaba José Ingenieros) de un área continental de libre comercio, el ALCA, Área de Libre Comercio de las Américas.

Años antes, se gestó con G. Bush padre el NAFTA (North American Free Trade Area), un área de libre comercio en América del Norte que incluye a México, Canadá y Unidos. A 20 años de su creación, ha brindado beneficios a todos los países miembros: a EEUU ya que aprovecha para instalar sus productos en sus vecinos y para reducir costos de importación de energía. A Canadá y a México por su cercanía con el gran socio, exportando producción industrial y energía (Canadá) y energía e industria ensambladora (maquila, México).

Un acuerdo de libre comercio supone la eliminación gradual de las trabas arancelarias a la importación. El concepto es muy bueno, siempre y cuando se trate de socios de desarrollo equivalente que intercambien productos similares. El problema se da cuando y como siempre suele suceder, estos acuerdos son promovidos por países desarrollados, con tecnología y productividad avanzadas, que tratan de colocar su producción en países menos desarrollados, donde su industria no puede competir y paulatinamente va desapareciendo.

Este era el problema que sucedía con el ALCA en países como Argentina y Brasil. Países con una base industrial, golpeada por las políticas neoliberales y falta de políticas de expansión de la oferta (fortalecimiento de las PyMEs industriales), pero base industrial al fin. La adhesión a este espacio de libre comercio hubiera supuesto transformar nuestras economías en meros proveedores de materias primas, tal como fue nuestra historia con Gran Bretaña en el siglo XIX y hasta mediados del XX.

Los TLC han servido a países menos desarrollados para fomentar sus exportaciones de bienes no industrializados. Es por ello que cada análisis sobre la conveniencia de un TLC debe hacerse tomando las particularidades de cada país.

Por ello, hoy, a 9 años del rechazo del ALCA por parte de Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Luis Inácio “Lula” da Silva y Tabaré Vázquez, medidas como estas adquieren relevancia a fin de ir comprendiendo cuales son las medidas económicas que permiten el desarrollo de un Pueblo, entendiendo como tal a la mayoría de sus habitantes, y cuales benefician sólo a una minoría.


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